Montoro y la Liga de los impuestos

Al final, habrá que admitir que los impuestos forjan los países y las ligas de fútbol. Juan I otorgó la Carta Magna a cambio de los tributos de sus señores y así empezó la democracia inglesa. Aznar dictó la Ley 62/2003 (conocida como Ley Beckham), destinada a atraer directivos de élite, y acabó originando la Liga de las Estrellas, que a su vez alumbró la generación más brillante del fútbol español.

A muchos economistas les pirra el fútbol. Ayer no se hablaba más que de Messi y de cómo la campaña contra el fraude fiscal de Montoro puede acabar con la Liga. Mientras la gestión de los clubes les parece mediocre, a los economistas les sorprende «la excelencia de la función de producción de futbolistas en España». Que un chaval de Fuentealbilla acabe metiendo el gol que dio el título mundial a España es una historia de éxito que habla de lo bien organizados que han estado los factores de producción en el fútbol y de lo importante que es un entorno competitivo para perfeccionarse.

La Ley Beckham se acabó en 2010 porque se consideraba un agravio que los futbolistas de élite extranjeros pagaran el 24% de impuestos cuando un trabajador pagaba 43% (ahora hasta 56%). Para los clubes esto supuso duplicar el coste de los grandes fichajes. Hubo todo tipo de presiones sobre el Gobierno de Zapatero para que no aboliera la norma. La Liga amenazó con una huelga. Ex funcionarios de Moncloa cuentan que sólo se accedió a un pequeño retraso para que el Barça pudiera cerrar la incorporación de Ibrahimovic.

El Barça, a diferencia del Madrid, reduce su factura cediendo la totalidad de los derechos de imagen al jugador. Si el caso Messi fuerza un cambio de política, las cuentas del equipo azulgrana podrían sufrir mucho. Otros futbolistas, como ha sido el caso de Falcao, podrían emigrar si se sienten acosados.

El fin de la Ley Beckham nos dejó una cosa absurda: hoy, todavía, los extranjeros que cobren menos de 600.000 euros pueden beneficiarse de tributar al 24,75%. Es decir, no puedes traer a una estrella, pero sí a uno mediano, de los cuales en España ya tenemos por montones, pero al club le saldrá más barato que un español. Como siempre, los incentivos están en el sitio equivocado.

john.muller@elmundo.es